miércoles, 15 de febrero de 2017

UN CUENTO

El fin de nuestros días

No todos tememos a la muerte, hasta que la tienes delante…

No sabemos de dónde venimos ni por qué estamos aquí, ni si hay alguien más entre nosotros.

Todo empezó en el  2.045, cuando una central nuclear vertió una sustancia peligrosa en el río de la ciudad, haciendo que la gente al beberla se contaminara de un virus mortal, no estudiado aun por la universidad de Michigan. Cristina, que era una trabajadora de la fábrica, se enteró de aquel acontecimiento, pero no podía dar ni voz ni voto porque sabía que la podían matar a balazos. Por su cuenta decidió resolver ese problema. Buscó información por ordenadores, doctores-científicos y bibliotecas y llegó a una conclusión: el mundo se había contaminado por una sustancia  peculiar, no se podía imaginar que ese virus podía transformar a las personas y animales en espectros nunca imaginados… se habían convertido en espíritus, fantasmas, demonios, y, sobre todo, zombis. Cristina buscó algún antídoto, y de repente se dio cuenta que no estaba sola en el mundo, quedaban otros supervivientes. Cristina les ofreció que le acompañaran en su búsqueda. Decidieron ir primero al centro comercial a pillar armas y comida, pero cuando estaban llegando  apareció un fantasma y se llevó el alma de uno de nuestros compañeros. Pero no nos rendimos, cogimos provisiones y nos fuimos en busca de la cura, pero la búsqueda fue en vano.. no había cura, sino que ellos habían hecho una trampa para matarnos a todos los humanos y reconstruir de nuevo el universo . Solo vivirían los ricos, acosta de su dinero podrían protegerse de todas las amenazas del exterior. Pero cristina no podía permitir eso, y decidió acabar con el mundo. Pero antes de eso, cogió y congeló partículas que se regeneran a los 20 años pudiendo así volver a crear la vida.  Las echo en la tierra y tiró una bomba arrasando todo lo que había por su camino. Ahora el mundo sí que cambiaria.
   El mundo es de todos, y si no es nuestro tampoco es vuestro.


De: Cristina Guillén

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